El arzobispo Carlo Maria Viganò una vez tuvo un alto estatus dentro de la Iglesia Católica, sirviendo como nuncio papal en los Estados Unidos, actuando como puente diplomático entre Roma y Washington. Pero eso cambió en el momento en que se negó a jugar el juego.
Viganò habló públicamente contra la confusión doctrinal, el relativismo moral y la infiltración globalista que infectaba a la Iglesia.
No usó argumentos teológicos vagos. Emitió acusaciones directas, especialmente contra el papa Francisco, llamándolo cómplice en el encubrimiento de abusos y permitiendo a aquellos que buscan pervertir a la Iglesia desde adentro. Viganò no solo fue polémico.Era peligroso para el sistema, porque todavía creía en la Verdad.
Viganò no se limitó a criticar a Roma. Fue directo a la garganta de la élite globalista.
➡️Nombró a Hillary Clinton.
➡️Llamó a John Podesta.
➡️ Habló de la isla controlada por el Mossad de Jeffrey Epstein, donde las élites se dedicaron alabuso ritual de niños, filmados para chantajear.
Afirmó, inequívocamente, que la trata de niños no es un accidente del mal, sino un arma de control ritualizada y organizada,protegida por los de arriba. Y señaló el silencio del Vaticano como un síntoma de su complicidad. Un arzobispo católico de alto rango expuso la red de Epstein como una operación de chantaje satánica respaldada por inteligencia, y ni un solo cardenal salió en su defensa.
El papa Francisco excomulgó oficialmente a Viganò, separándolo de cualquier influencia, elegibilidad o papel potencial en el liderazgo de la Iglesia.
Este movimiento no tenía que ver con la doctrina. Se trataba de silenciar al hombre que no podía ser comprado, roto o intimidado.
Viganò ha sido etiquetado como una amenaza. Un rebelde. Un traidor.
Pero la historia lo recordará de otra manera.En una Iglesia secuestrada por lobos, él era el último león.
Su excomunión no es prueba de culpa, sino de una verdad peligrosa, del tipo que derriba muros.
El papa Francisco ha muerto.
¿Coincidencia? ¿O puntuación divina?
Imagínese: el hombre más temido en los salones sombríos del Vaticano vestido con el blanco papal.
Un Papa que no protegería a los depredadores. ¿Quién no se arrodillaría ante la ONU, el Foro Económico Mundial o el Consejo Mundial de Iglesias? ¿Quién drenaría el pantano no solo en Washington, sino en Roma?
Un Papa que revelaría los rituales satánicos, los pactos secretos, los archivos de chantaje y los nombres tallados en piedra dentro de las redes de pedofilia de élite.
Por eso tuvo que ser destituido. Porque si Viganò se hubiera levantado...Toda la ilusión ardía.
La Iglesia hoy está en guerra, no con los ateos, no con el mundo, sino dentro de sí misma.
Y la batalla ya no es entre teología "liberal" y "conservadora".
Está entrela luz y la oscuridad. Entre los que protegen la inocencia y los que la sacrifican ritualmente por el poder.
Viganò no cayó. Salió con la verdad intacta. Él se paró en la Palabra, no en el andamiaje político de Roma.
Y aunque Francisco ya no está, Viganò sigue respirando, sigue hablando y sigue recordándonos:
"El silencio de la Iglesia ante el mal es peor que el mal mismo". Las puertas del infierno pueden haber entrado en el santuario, peroqueda un remanente, y su voz se hizo más fuerte.