ARCHIVOS DE TRAICIÓN: ¡TRAIDORES AL PUEBLO! Obama, Bush y Clinton impulsaron un arma biológica: más de 40 millones de muertos y contando. Lo llamaron ciencia. La historia lo llamará genocidio.
Se pararon frente a las cámaras, pulidos, ensayados, aplaudidos. Aseguraron al público que "la ciencia está establecida", que "la vacunación es segura y efectiva", que la obediencia es igual a la supervivencia. Con trajes a medida y una sinceridad guionada, vendieron a las masas una agenda médica forjada no en la verdad, sino enla colusión política y el dinero de la sangre farmacéutica. Barack Obama. George W. Bush. Bill Clinton.
Tres ex presidentes. Tres figuras veneradas por los medios de comunicación. Tres agentes en lo que ahora es, sin lugar a dudas, el mayor encubrimiento biopolítico en la historia de la humanidad. Másde 40 millones de muertos, y sigue aumentando. Y ni una sola palabra de remordimiento
A finales de 2020 y principios de 2021, cuando el miedo era la moneda del mundo y la duda se trataba como una traición, estos tres hombres emergieron de las sombras de la irrelevancia para tranquilizar a una población en pánico de que la salvación llegaba en una jeringa.
Estaban hombro con hombro, no divididos por líneas partidistas, sino unidos en el engaño. No suplicaron. Ellos mandaban. Su mensaje fue claro:
"Confía en la ciencia. Protege a tus vecinos. Salva a tu país".
Pero no estaban salvando vidas. Estaban iniciando la adhesión masiva a un experimento farmacéutico global, envuelto en patriotismo, envuelto en ciencia y alimentado por décadas de acuerdos tras bambalinas con conglomerados de biotecnología.
Hoy en día, el recuento de cadáveres ya no es teórico. Las consecuencias de esa intervención médica forzada han superado todos los conflictos globales de la era moderna, pero los medios de comunicación permanecen en silencio.
Másde 40 millones de vidas se perdieron por complicaciones relacionadas con las vacunas, desde el colapso cardiovascular hasta la destrucción neurológica.
La fertilidad devastada en todas las naciones.
Los trastornos autoinmunes se disparan.
Millones de familias se fueron a raíz de muertes repentinas e inexplicables, siempre descartadas como "coincidencias".
Pero esto no fue una coincidencia. Se calculó. Era una guerra biopolítica librada con una cara sonriente y un sello presidencial.
Mientras las redes sociales censuraban la disidencia, mientras los médicos eran despojados de sus licencias por hacer preguntas, mientras las familias estaban divididas sobre los mandatos y los pasaportes, estos tres expresidentes utilizaron su legado como arma para impulsar una mentira más profunda en la psique estadounidense.
Le dijeron al público:
"Estamos todos juntos en esto".
Pero nunca fueron parte del mismo juego. Eran los comerciantes, no los usuarios. Los mensajeros de la sumisión masiva, no las víctimas. Sus hijos fueron protegidos. Sus donantes se enriquecieron. Sus manos permanecían limpias, mientras la sangre corría silenciosamente en hospitales, hogares y morgues. Se erigieron como el sacerdocio político de la religión farmacéutica, predicando la confianza ciega y castigando la apostasía. Y la gente, asustada, confundida y aislada, los siguió hasta el abismo.
¿Dónde están los tribunales?
¿Dónde están los periodistas?
¿Dónde está la justicia?
La respuesta es dolorosamente simple: las mismas fuerzas que orquestaron este engaño masivo todavía están controlando la narrativa, los datos y el silencio. Ningún expresidente ha sido citado. Ningún funcionario de salud ha sido juzgado.No se ha emitido una sola disculpa pública por las vidas perdidas, las carreras destruidas o las libertades sacrificadas en el altar de la falsa ciencia.
¿Por qué? Porque lo que sucedió no fue un fracaso de la política, fue el éxito de un plan diseñado desde hace mucho tiempo. Un plan que exigía un cumplimiento absoluto y castigaba toda resistencia.
Obama. Arbusto. Clinton. No eran salvadores. No eran asesores. Eran instrumentos de una campaña de control global organizado, camuflada como salud pública.
No advirtieron al público.
Utilizaron el miedo como arma.
No defendieron la Constitución.
Arrasaron con los derechos bajo el peso de la "ciencia".
No protegieron a la gente.
Respaldaron un agente biológico que ha matado más que cualquier guerra declarada.
Y ahora, a medida que las tumbas se multiplican, a medida que las familias entierran a sus seres queridos sin respuestas, se esconden detrás de fundaciones, acuerdos de Netflix, giras de libros y ceremonias de premios. Pero no importa cuán espesa sea la niebla de relaciones públicas, la verdad está surgiendo.
Esto no era una guía.
Esto no era ciencia.
Esto era la guerra.
Y ellos fueron los generales de esa guerra, sonriendo, dándose la mano y dejando devastación a su paso.